Conociendo la dimensión del sonido PARTE II

Por ello no se le dice sólo edición de sonido, montaje, mezcla, grabación, sino más bien diseño, porque diseñar involucra el tener en cuenta el argumento ante el cual se instalará el sonido, pero a la vez la solicitud de examinar en el sonido un evento de elaborar el contexto. De esa forma, no es diseñar sonido sino diseñar por medio del sonido, diseñar con el sonido, ya que en última solicitud se debe mencionar que el diseñador de sonido no es quien crea sonidos para el filme, sino quien crea la película desde el sonido. Quienes diseñan deben saber que tienen que ser tan diestros en el arte de hacer los sonidos, como en el reconocimiento de lo que estos sonidos aluden, crean sentir, etc.

Sigue después Murch conversando concretamente que para muchos esto se comenzó a comprender como si el diseñador de sonido sencillamente fuera quien diseña encantadores sonidos. No obstante, insiste Murch que lo significativo es el «fuerte contenido emocional» que logran llegar a poseer los sonidos una vez mezclados, labor que compone, según él, el transcurso técnico esencial con lo sonoro y es por ello que, a discrepancia de quienes graban o mezclan, «el diseñador de sonido prácticamente labora en una clase de laboratorio sonoro», si bien aclara que quien mezcla o graba, puede de igual forma cumplir el rol de diseñador sonoro.

Quizá ese sea el rol concreto del diseñador de sonido: Hacer alucinar con los sonidos, evocar, conducir, expresar, plasmar, conmover. Es lograr que ilusionistas invisibles, sombras danzantes, ocultos pero absolutamente transcendentales logren influir. Es tan sencillo como colocarse en la situación del espectador: No hay que estar especulando en sonidos artificiales montados en la obra; debe estar sacudido, entregado, esperanzado, necesitado, reflexivo, aferrado, sumergido en lo que percibe, integralmente, como una historia.

La dimensión propia del sonido

Existiría entonces esta, vuestra primera reflexión: La realidad de reconocer que, si bien es obvio que el sonido ha de interactuar con otros elementos de la obra (como lo es el visual), posee no obstante una dimensión propia que es de hecho completamente requerida para lograr diferenciarse ante las otras. Es primordial, ya que si no se reconoce el valor que posee el sonido y eso que brinda en sí mismo, no se podrá exigir el espacio sonoro a los otros perímetros de la obra (como se verá más adelante), ni nunca será viable un diálogo verdadero con los demás elementos presentes en la convención audiovisual, que es donde al fin y al cabo todo se resuelve y donde el sentido del sonido se valora de verdad, en su interacción con lo demás.

La dimensión sonora posee de forma obvia, con su propio lenguaje, tanto en términos metódicos relativos a los instrumentos sonoros, como peculiaridades que son significativos en el sonido a la hora de imaginar la obra entera. El sonido es la vida al movimiento, gobierna las emociones, funda choques de posibilidades en la mente del espectador, crea tensión y relajación, os hace apreciar innumerables cosas, no solo porque en sí mismo brinda, sino porque al integrarse en la red que personifica la obra, se difunde al tiempo que propaga todo aquello con lo que se concierne.